Pensar la frustración

La estructura formal de una frustración humana suele presentar el siguiente esquema: hay en el sujeto una anticipación de la realidad que, por cualquier motivo, no se cumple tal cual fue anticipada, y eso crea en él malestar, irritación, miedo, ira o desasosiego.

Entre otras cosas, esto lleva a que uno sienta que no ha habido adecuación entre lo que él es (o lo que un objeto del mundo es), y lo que él ha hecho o tal objeto del mundo ha hecho.

En una palabra: frustración significa que no se ha cumplido una expectativa.

Podemos, desde aquí, esbozar un remedio eficaz para toda frustración: a saber, el de ser menos ambicioso en las expectativas. 

Y para ello, contemplar y considerar el misterio de cada cosa, la parte incognoscible de ellas: y así tomar conciencia de que no conocemos suficientemente las realidades como para poder anticipar, con certeza, nada.

Cuando meditemos esto lo suficiente, dejaremos poco a poco de tener expectativas sobre lo que no se puede ni se debe tener: dejaremos de anticipar en exceso, y en esa medida nos liberaremos de las frustraciones.

Primero, habría que empezar con el misterio de mí mismo: ¿quién me manda creerme que me conozco lo suficiente como para saber a ciencia cierta qué esperar o no de mí y de mis habilidades? 

Decía Freud que su época estaba viviendo una tercera cura de humildad en la Humanidad: la primera vino con el heliocentrismo; la segunda con Darwin; la tercera, con la ilusión de que el yo es transparente por entero para sí mismo. (En realidad, esas curas de humildad se dieron, todas, ya en la Grecia clásica: y muchísimo antes que ella...)

Segundo, lo mismo, pero con las demás cosas: si yo, lo más cognoscible para mí, soy misterio en no poco impredecible para mí mismo, ¿cuánto más misterioso no me será, en una palabra, todo? La pregunta kantiana por "qué debo esperar" comparece aquí, aunque en otro sentido: no debo esperar lo que no puedo esperar (se entiende: no puedo desde mis capacidades cognoscitivas).

NOTA:

el 'truco' en realidad no es algo psicológico o científico, sino que se trata de un asunto moral: de una cosa tan sorprendente como la humildad. No funcionará el "truco" mientras uno no se convenza, humildemente, de que de verdad hay un misterio incognoscible en toda cosa y en él mismo.

Y uno no se convencerá de ello mientras que no comprenda, no compruebe, efectivamente, que así es: que todo en gran medida se le escapa, como decía Sócrates. Para ello, un único camino hay: amar la realidad y dejarla ser lo que es, contemplarla como el puro misterio constante que es.

Uno que se cree que lo sabe todo, que puede conocer todo, que puede hacerse intelectualmente con todo o habérselas técnicamente con todo, ese será el hombre más frustrado sobre la tierra, y lo será porque es el hombre más soberbio.

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